Teología del siglo XX

«Mero cristianismo», de C. S. Lewis

Mero Cristianismo es una de las obras más conocidas de C. S. Lewis, pues en ella habla de algunas claves de la fe con las que pueden identificarse los cristianos de diferentes denominaciones.

Juan Luis Lorda·25 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 7 minutos

El libro Mero cristianismo de C. S. Lewis, ha acompañado a muchos conversos hacia la fe cristiana. Se les acerca y les ayuda a entender con originalidad y viveza las claves de la fe. Procede de un conjunto de charlas radiadas por la BBC durante los primeros años de la II Guerra Mundial (1941-1942), cuando Inglaterra se quedó sola frente al poder de Hitler y experimentó las durezas del conflicto: bombardeos aéreos, bloqueo marítimo y maniobras de los servicios secretos; las derrotas en el Continente, los desplazamientos de miles de personas, los heridos y los muertos.

Había que movilizar no solo los cuerpos sino también los espíritus. Y la famosa compañía británica pensó en un aliento religioso. Dada la variedad religiosa de Gran Bretaña (anglicanos, calvinistas, metodistas, católicos…) prefirieron evitar clérigos conocidos.

La elección recayó en C. S. Lewis, que era (solo) Fellow del Magdalen College (Oxford). C. S. Lewis había vuelto a la fe cristiana en Oxford (1929-1931), era miembro practicante de la Iglesia de Inglaterra y se sentía empujado a confesar su fe. Lo que no siempre caía bien en su entorno académico. Quizá por eso, con más de 40 años, era solo fellow y no consiguió una cátedra en Oxford sino, mucho más tarde, en Cambridge (1955). Habían gustado mucho al público unas charlas suyas sobre El problema del dolor (1941), con la pregunta acuciante: ¿Cómo puede un Dios bueno permitir tanto mal?

El planteamiento del Mero cristianismo

Se emitieron tres series de charlas. La primera sobre el sentido moral y la existencia de Dios: Lo correcto y lo incorrecto como clave para entender el mundo; la segunda, sobre El comportamiento cristiano; la tercera, sobre Más allá de la personalidad o primeros pasos en la doctrina de la Trinidad. Tuvieron gran éxito y mucha gente las agradeció en esa hora tan mala. Las corrigió y publicó por separado (1942-1944) y más tarde las volvió a corregir y reunió en Mere christianity (1952), mero cristianismo o “cristianismo sin más”. 

El título alude a lo que le habían pedido: tenían que servir para el conjunto de cristianos sin entrar en controversias. Centrarse en lo válido para todos, lo más cristiano. Es el motivo de que no entre en algunos temas (la estructura de la Iglesia o la Virgen María, por ejemplo). Pero sí en los fundamentos, con el ánimo de repensarlos. Aconsejando una vez a predicadores, insistía en que, si uno no es capaz de traducir las fórmulas que cree en otras, en realidad no las entiende. Y es lo que intenta hacer aquí, acercándose a la mentalidad de la gente común y a sus dificultades ante algunos temas: la redención, la Trinidad, el mal.  También quiere desmontar y reconstruir algunos tópicos: “Debe haber algo más allá”, “Cristo era en definitiva (solo) un maestro de moral”, “la moral cristiana consiste en ser ciudadanos honrados y evitar algunos pecados”.

Ese esfuerzo de traducción y repensamiento es la base de la originalidad y profundidad teológica de C. S. Lewis. No se sentía un teólogo profesional y no entra en temas demasiado especializados. Le interesan los que un cristiano debe vivir. Lo hace con su eminente capacidad de presentar sintéticamente los argumentos buscando inteligentes ejemplos. Y así ha conseguido hacer, de hecho, una de las obras más significativas de la teología del siglo XX. Y un texto magistral en muchos sentidos.

Los contenidos

Aunque las series eran independientes están conectadas y se ordenan en 4 “libros” porque la primera serie ocupa los dos primeros. Se empieza con el descubrimiento del verdadero Dios, a través de un argumento moral: la experiencia constante del juicio de conciencia sobre lo bueno y lo malo (lo correcto y lo incorrecto) (libro I). Sigue una descripción de la doctrina de la redención, centrada en la realidad de la caída del ser humano y la misión de Cristo (libro II). El tercer libro trata sobre el comportamiento cristiano, que rápidamente se centra en vivir en Cristo unido a su Iglesia. Y el cuarto, es una rápida e inteligente justificación del misterio trinitario y su historia para pasar a cómo el cristiano puede identificarse de verdad con Cristo.

La guerra entre el bien y el mal, que aquí aparece, será desarrollada después en sus famosas y geniales Cartas del diablo a su sobrino, publicadas en la prensa a lo largo de 1942.  Mero cristianismo recoge, aunque no tiene citas, algunos temas de El hombre eterno de Chesterton, que Lewis leyó en 1926, cuando se acercaba a la fe. Por ejemplo, la importancia de la caída original, pero abordada con realismo y no simplemente aceptada en general. El que resulte insostenible defender que “Cristo en definitiva era una buena persona” como le gusta pensar a un cristianismo rebajado o ”aguado” como dice Lewis. En los Evangelios la figura de Cristo es demasiado poderosa y exigente para pensarlo solo como una buena persona o un simple maestro de moral. Es el famoso trilema de Lewis, que ya está en Chesterton. “Tenéis que escoger: O ese hombre era y es el Hijo de Dios, o era un loco o algo mucho peor” (II, 3 in fine). También la idea de que, si es verdad que Dios es amor, no puede ser un Dios solitario en espera de crear alguien a quien amar; sutil y, al mismo tiempo profunda y eficaz reflexión sobre la Trinidad.

La ley moral

Lo correcto y lo incorrecto es la traducción adecuada del título del primer “libro” (Right and Wrong) añadiéndole “como clave para entender el universo”. Cuando Lewis escribe, el argumento moral para demostrar la existencia de Dios estaba intelectualmente desacreditado por poco eficaz y no concluyente (en teoría). Pero Lewis es un observador muy perspicaz, además de un converso. Y se fija en el enorme arraigo que tiene en la vida humana la apelación a lo correcto e incorrecto. Los seres humanos apelamos constantemente a nuestros derechos y nos quejamos de ofensas e injusticias. Nadie puede quejarse de nada si no existe lo correcto. Al quejarnos, con esa misma fuerza, reconocemos la existencia de una ley moral y un orden que no nos inventamos y que alguien ha tenido que poner. La demostración es tan válida como la queja, en la misma medida.

Las creencias

Lo que creen los cristianos es el título del segundo libro y la segunda parte de la primera serie de charlas. Primero presenta las variantes posibles sobre Dios: entre el ateísmo y creer en un Dios; y entre creer que todo es Dios (panteísmo) o creer que todo no es Dios y hay un Creador distinto del mundo.  Según los casos, puede entenderse o no el mal. Si no hay Dios, no hay mal, solo de modo relativo. Pero si todo es Dios, tampoco. El mal propiamente solo aparece cuando hay un Dios bueno, pero eso mismo plantea un problema: Cómo un Dios bueno permite el mal, entonces tan patente (la horrible guerra). Es preciso recordar que Dios nos ha creado seres libres, y si somos realmente libres, podemos acertar o fallar, querer lo que Dios quiere o no quererlo.

La realidad de la caída, estupendamente presentada, significa que el mundo es un “terreno ocupado por el enemigo”, que necesita un rescate nada fácil. Dicho rescate lo lleva a cabo Jesucristo, desembarcando en este mundo, de incógnito. Lo que ha sido una quiebra brutal de la obediencia debida a Dios encuentra su solución en una obediencia plena hasta la muerte del Hijo, (“el perfecto penitente”) que abre un camino. El camino de identificarse con Él para ser hijo en el Hijo y cumplir la voluntad del Padre. Es notable que Lewis insiste mucho en esta identificación real como el único modo de vivir auténticamente el cristianismo, que no es una moralina, un conjunto de normas de personas bien pensantes y educadas.

“La gente a menudo se pregunta cuándo tendrá lugar el próximo paso en la evolución del hombre: el paso hacia algo más allá de lo humano. Pero para los cristianos ese paso ya ha sido dado. Con Cristo apareció una nueva clase de hombre y la nueva clase de vida” (al comenzar II, 5). Y esa vida, que se recibe por el Bautismo, la doctrina y la Eucaristía (la Cena), se vive corporativamente en la Iglesia. No puede darse propiamente un cristianismo en solitario. Cada uno se “incorpora” socialmente a Cristo.

El comportamiento cristiano

El libro III está dedicado a presentar la vida cristiana al mismo tiempo que desmonta la colección de tópicos populares sobre la moral. Comienza con una inteligente presentación de las partes de la moral. Escoge, entre otros, el ejemplo de una escuadra de barcos. Se necesita que vayan ordenados y no choquen unos con otros, pero también que cada barco esté internamente bien (si no, acabarán chocando), y que el conjunto de la escuadra sepa adónde va. Sigue una breve presentación de las siete virtudes, cardinales e infusas, que es lo que hace funcionar a cada uno. Y una presentación de la moral social, insistiendo en que el mensaje cristiano no tiene opciones fijas en lo temporal, que no es adecuado esperar que intervengan los clérigos y que es terreno que corresponde al buen hacer de los laicos. 

La moral sexual es tratada con mucho ingenio y seriedad. Le sirve una comparación con la conducta alimenticia para poner, con sentido común, muchas cosas en su sitio. Recuerda que el cristianismo es casi la única religión que aprecia el cuerpo humano hasta el punto de que creemos en la resurrección y en la Encarnación de Cristo. 

Es evidente, que en el desorden de nuestra concupiscencia hay un desorden del pecado y una lucha por llevar. Pero también que no es el peor pecado porque afectan mucho más hondo los pecados espirituales, como la soberbia y el odio. Podemos tender a vivir como animales o como diablos, pero lo segundo es mucho peor.

Después viene un rápido y eficaz tratamiento sobre el matrimonio deteniéndose en el valor del compromiso. Y un repaso por la fe, la esperanza y la caridad.

Más allá de la personalidad

Es el título del cuarto “libro” con sus once puntos, correspondientes a otras tantas charlas en la radio. Como todo el libro contiene un montón de cosas interesantes. Empieza por una reivindicación de la importancia actual de la teología (“si no sabéis, no es que no tengáis teología, es que tendréis un montón de ideas equivocadas alojadas en la cabeza”). Y una distinción entre engendrar y hacer, que es la clave para iniciarse en el misterio de la Trinidad, cuando se distingue cómo el Hijo ha sido engendrado desde toda la eternidad y la creación ha sido hecha en el tiempo. Además, cada uno de nosotros ya ha sido creado, pero necesita ser engendrado a la vida de gracia. Y pasar de la vida natural y biológica (que llama Bios) centrada en nuestros propios fines a la vida de Dios (Zoé), que es un vivir en Cristo por el Espíritu Santo. Y esta idea va cobrando fuerza a lo largo de toda esta parte.

Llama la atención la claridad de Lewis sobre el Espíritu Santo: “A todo el mundo le gusta repetir ‘Dios es Amor’, pero parecen no darse cuenta de que las palabras ‘Dios es Amor’ no tienen significado real a no ser que Dios contenga al menos dos Personas (…). Si Dios fuera una única persona entonces, antes de que el mundo fuera creado, Dios no era amor (…). Lo que surge de la vida conjunta del Padre y del Hijo es una auténtica Persona (…). Tal vez algunos encuentren más fácil empezar con la tercera Persona y proceder hacia atrás. Dios es Amor y ese Amor se difunde a través de los hombres, y especialmente a través de toda la comunidad cristiana. Pero este Espíritu de Amor es, desde toda la eternidad, un Amor que se da entre el Padre y el Hijo” (IV,4).

Y concluye: “Al principio dije que había Personalidades en Dios. Ahora voy más lejos, no hay auténticas personalidades en ningún otro sitio. Hasta que no hayáis entregado vuestro ser a Cristo no tendréis un auténtico ser (…) ¡Cuán monótonamente iguales son los grandes conquistadores y tiranos; cuán gloriosamente diferentes son los santos. (…) Cristo os dará ciertamente una auténtica personalidad pero no debéis acudir a Él solo por eso (…). El primer paso es intentar olvidar el propio ser por completo (…). Buscaos a vosotros mismos y encontraréis a la larga solo odio, soledad, desesperación, furia, ruina y decadencia. Pero buscad a Cristo y encontraréis todo lo demás”.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica