Evangelización

Los primeros beatos colombianos, el polaco Zukowski, y Magdalena Canossa

La Iglesia celebra el 10 de abril a los primeros beatos colombianos, siete mártires en la persecución religiosa de la guerra española. También al franciscano polaco Bonifacio Zukowski, uno de los mártires de la II guerra mundial beatificados por san Juan Pablo II. Además, la santa italiana Magdalena Canossa.  

Francisco Otamendi·10 de abril de 2025·Tiempo de lectura: < 1 minuto
Hermanos de san Juan de Dios.

Arturo Ayala y Eugenio Ramírez, dos de los hermanos mártires, cuidando enfermos, en una ilustración de la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios (@ohsanjuandedios.org).

La liturgia celebra este día a numerosos santos y beatos. Entre ellos están los primeros santos colombianos, siete religiosos hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, asesinados durante la guerra española en 1936. Formaban parte de la comunidad de Ciempozuelos (Madrid). Luego llegaría la santa colombiana Madre Laura Montoya, que luchó por los derechos de las comunidades indígenas, canonizada por el Papa Francisco en 2013.

Los religiosos colombianos pertenecían a familias  campesinas católicas de varias regiones de Colombia. Entraron en la Orden Hospitalaria con la intención de dedicarse al servicio de los enfermos y les enviaron a España para ahondar sus estudios y su formación religiosa. Cuando estalló la guerra, los jóvenes formaban parte de la comunidad de Ciempozuelos en Madrid. Fueron beatificados por san Juan Pablo II en octubre de 1992.

Piotr Zukowski y santa Magdalena

El beato Piotr Zukowski (Bonifacio al profesar como religioso franciscano), nació en Baran-Rapa (Lituania) el 13 de enero de 1913 en el seno de una familia polaca. Tuvo como superior a San Maximiliano Kolbe, fue encarcelado en Varsovia y murió en Auschwitz en 1942. Es uno de los 108 mártires de la II Guerra Mundial (1940-43) beatificados por el Papa Wojtyla en 1999 en Varsovia (Polonia).

Santa Magdalena Canossa nació en Verona de una familia aristocrática en 1774, pero pronto quedó huérfana de padre y fue abandonada por su madre. A los 17 años acudió al Carmelo de Trento y después estuvo en el de Cornegliano. En Venecia entró en la Fraternidad Hospitalaria y se consagró a la educación de las niñas abandonadas, Fundó un doble Instituto, Hijos e Hijas de la Caridad. Aconsejaba, en vez de un rigor excesivo, el abandono a la voluntad de Dios.

El autorFrancisco Otamendi

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica