El Cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela (Villalba, Lugo, 1936), ha desarrollado a lo largo de su vida una intensa y fecunda labor pastoral en diversas diócesis.
Deseamos ahora referirnos a su vida académica, donde ha tenido una gran dedicación al derecho canónico y, especialmente, a una rama especial y ciertamente novedosa del mismo, denominada “Teología del derecho canónico”. Un asunto pionero en la canonística y verdaderamente consecuente con la doctrina y el espíritu del Concilio Vaticano II y su aplicación a los problemas y dificultades del cristianismo contemporáneo.
Es lógico que, en el desarrollo del derecho canónico a lo largo de su existencia y en su aplicación a la vida de la Iglesia, de los fieles y de las instituciones eclesiásticas, se hayan producido cuestiones novedosas e intrincados problemas jurídicos pues la Iglesia tiene un origen divino, pero está constituida por seres humanos con derechos y obligaciones.
Dimensiones de la Iglesia
Precisamente, como afirmaba san Agustín, el hecho de que la Iglesia forme parte de la sociedad civil —pues vive y actúa en ella— y, al mismo tiempo, pertenezca al mundo de Dios —por sus fines y su modo de obrar, recibidos de Jesucristo— es una de sus características esenciales. La Iglesia, por tanto, deberá conjugar el plano natural y el espiritual, el teológico y el jurídico, bajo la perspectiva de la antropología cristiana y la historia donde se produce la salvación del género humano.
En este interesante trabajo, Rouco Varela traerá a colación cuestiones teológicas importantes para fundamentar sólidamente el derecho canónico, como el concepto de Iglesia, la dignidad de la persona humana como imagen y semejanza de Dios, y las relaciones dentro de la Iglesia como familia de Dios y como institución (p. 33).
A la vez, recordará el cardenal Rouco que ante la provocación de la modernidad (p. 116) que representa el positivismo jurídico en el derecho civil, el derecho canónico no se reduce a práctica jurídica en las relaciones dentro y fuera de ella y en el ejercicio de derechos y obligaciones de los cristianos.
Una teología que hace derecho
El profesor Rouco Varela ha recogido, por tanto, en este volumen de la BAC, dentro de la colección de manuales de derecho canónico, “Sapientia iuris”, diversos artículos de investigación que había publicado sobre la teología del derecho canónico en diversas revistas especializadas tanto de España como de Europa.
Así pues, a lo largo de este trabajo, nuestro profesor irá iluminando con gran destreza diversas cuestiones jurídicas que se plantearon a lo largo de la historia para mostrar cómo mediante la aportación de la teología pudo encontrarse una verdadera y profunda resolución jurídica. Rouco Varela irá explicitando muchas veces a lo largo de este manual una afirmación del canonista Mörsdorf: “el derecho canónico es una disciplina teológica con método jurídico” (p. 140).
Señalemos, seguidamente, una cuestión jurídica resuelta por la teología para que el lector pueda vislumbrar cómo la teología del derecho canónico ha venido a resolver, en la práctica y la teoría, cuestiones del derecho canónico.
Un ejemplo
La tomamos del propio Rouco Varela, cuando afirma que una de las grandes luces del concilio contenidas en las Constituciones Apostólicas “Lumen Gentium” (Roma, 21.XI.1964) y “Gaudium et spes” (Roma, 7.XII.1965), es el concepto de Iglesia de comunión. Aspecto desarrollado ampliamente en el catecismo de la Iglesia católica, en el magisterio de la Iglesia posterior y, especialmente, en las obras teológicas del santo padre Benedicto XVI.
Se puede decir en verdad que el Código de Derecho canónico de 1983 es la expresión jurídica de la teología de comunión del Concilio Vaticano II: “La Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG n. 1).
Asimismo, en el proemio de “Gaudium et spes” se dice: “La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos” (GS, n. 1)
Finalmente, anotemos que en el Catecismo de la Iglesia Católica vuelve a reflejarse la eclesiología de comunión: “En la única familia de Dios, todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad estamos respondiendo a la íntima vocación” (n. 959).
En cuestiones de fondo como la que acabamos de plantear, aparecen reflejadas en unidad, la única y verdadera realidad divina y humana de la Iglesia y de sus fieles como personas humanas dotadas de la dignidad de haber sido llamados por el bautismo a ser hijos de Dios y de la Iglesia (77).
Precisamente, la Iglesia de comunión superará teológicamente la visión de Pío XII en su Encíclica “Mystici corporis” (Roma, 12.VI.1943), pues para el Derecho canónico la teología de comunión es más fácil de expresar en el ordenamiento jurídico y subrayará una relación de la persona humana con Dios y con la autoridad de la Iglesia.
Resulta de un gran interés histórico recordar con Rouco Varela los tiempos del postconcilio como momentos de “esperanzada primavera eclesial “ y, también, como “indisciplina generalizada”, especialmente en algunos lugares de Europa, motivo por el cual la promulgación del Código de Derecho Canónico de 1983 llegó en un momento providencial cuando San Juan Pablo II estaba aplicando en la Iglesia universal el verdadero Concilio Vaticano II mediante sus escritos, su gobierno y sus viajes (144). Así nos recuerda Rouco unas palabras de Mörsdorf:: “el derecho canónico es ‘ordenatio fidei’” (147)..
La teología del derecho canónico
